A veces envidio
a ese robot inerme
que sólo obedece,
que ni duerme
ni sueña, ni ama
ni aconseja.
A esa máquina
sin alma,
con un chip programado
por una mente humana.
Corazón de metal
y cerebro de cables
de colores, muertos.
Eso, quisiera ser yo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario