martes, 6 de febrero de 2018

ERES?

Aquella mañana se despertó, como siempre, en la orilla del río. En su rincón favorito, en su cómoda alfombra verde y húmeda. Estiró sus alas y se dispuso a empezar un nuevo día. Se zambulló en las frías aguas e hizo unas volteretas emergiendo y volviéndose a zambullir.
Volvió a la orilla, a su trocito de parcela. Desayunó. Y ya estaba listo para navegar e ir recogiendo a sus amigos mientras las horas pasaban y llegaba de nuevo la noche.
Decidido, valiente, orgulloso de su estampa, empezó a deslizarse por las quietas aguas. A lo lejos divisaba unas figuras, pequeñas, verdes y marrones, blancos y a colorines. Siguió nadando. 
Se encontró con varios que, al igual que él, habían madrugado; otros, perezosos, aún estaban con sus cabezas debajo del ala...ajenos al sol que estaba naciendo. No los conocía...
A sus colegas, sí. En un recodo casi escondido, los vió.. Reían y aleteaban. Parecían felices.
Se acercó y abriendo su pico les dedicó su primera sonrisa del día. Indiferencia. Eso fue lo que recibió a cambio. Volvió a intentarlo con el mismo resultado. No sabía qué pasaba, pero se sintió rechazado. Inmediatamente, pidió explicaciones. Silencio. Aquello ya no era normal. Sus amigos le tomaban el pelo y pasaban de él. Insistió. Alguien, cansado de oirlo protestar incoherentemente, le preguntó? : ¿Quién eres? No te conocemos.
Cabizbajo, volvió sobre sus pasos y regresó a su rincón, a su comodidad. Pasó días, noches, llorando en silencio y sin, apenas,  comer. Eres? No eres? Estás? No estás? Preguntas sin respuesta. Hasta que limpió su alma y se liberó. 
Semanas después volvió. Tardó mucho más en llegar al punto de encuentro. Todos los patos solitarios que encontró en su camino, le preguntaban cosas y le saludaban. Cuando llegó, graznidos de alegría salieron de las gargantas de los que estaban reunidos. Jugaron, se zambulleron juntos y no recordaban para nada lo sucedido semanas antes.
Pero él no había olvidado nada. Sabía que no había sido un mal sueño. Esos días en soledad le trajeron algo muy especial: su paz. Innegociable e intransferible. Por fin, se había encontrado y sabía quien era. Él y sus circunstancias. Él y sus sueños. Él y su generosidad. La ofensa que parecía un crimen predeterminado, resultaba ser sólo un acto de justicia. Que nadie, salvo él, entendía. Pero que todos comprendían. Levantó su cabeza e hizo un gesto de despedida. No necesitaba justicieros ni juicios presupuestos. Él ya sabía quien era!!. 
Dando media vuelta, se marchó. Dejo su río, su hogar de siempre. No se despidió. Simplemente marcó su nuevo rumbo. Empezar de cero. Porque, al final, lo único importante era como se sentía, no como lo sentían los demás. De su soledad, nació su nueva fuerza. De su solitario dolor, la determinación. De sus lágrimas, nuevas metas. Estaba en paz consigo mismo...

Este microrelato es una adaptación libre del cuento de Jorge Bucay: "Quién eres"? Mi agradecimiento por todas las lecciones aprendidas con éste y otras historias de su autoría y que me han servido para entender que lo único realmente importante, en nuestra vida, es conocernos y tener paz interior. Gracias, eternamente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario