lunes, 12 de marzo de 2018

CRÓNICA ANCESTRAL

Corría el año 1962.
Cierto día aciago recibieron una carta certificada...señal de que era algo que provenía de las altas instancias. Alguien había decidido cambiar el pueblo de sitio. Un inmenso pantano ocuparía su lugar...uno más de los que ya cubrían muchos kms de sus tierras. Parecía que estaba de moda. A cambio prometían mejoras en la electricidad y modernización de las viviendas.
Nuestra familia dudaba, no sabía qué hacer. Aquella era su vida...no tenían otra. Ningún dinero era suficiente para olvidar, para empezar de nuevo.
Estaban divididos...Los que aceptaban unas monedas traicioneras y los que no se querían ir.
Pero el agua amenazaba. Las cuadrillas de obreros estaban llegando. Tocaba decidir...
Cogieron lo más necesario, sus muebles, su ropa...miraron los aperos de labranza...sus fincas se quedaban. 
Ya no cruzarían más el puente romano sobre el río Miño, ya no cosecharían los campos que antaño les llevaban el sustento...
La iglesia...imponente. ¿Cómo dejarla anegar?. El pueblo se unió. Piedra a piedra, numeradas, 1,2,3,4...así hasta la última, fue trasladada al Monte de Cristo donde fue ensamblada de nuevo. 
Camino de Santiago, albergue de peregrinos...poco a poco recuperado.
Y se fueron, con los demás. A una nueva casa, a un nuevo hogar, con sus vecinos de siempre, pero ya nada era igual. La luna es testigo de los paseos que dan en las noches oscuras o claras , intentando ver sus recuerdos desde las orillas del embalse.
Cuando el caluroso verano hace menguar las aguas y el nivel baja, pasean de nuevo por el malecón, por el primitivo puente y entran a su antigua casa. Allí se reunen con sus ancestros...porque...
los vivos se fueron pero aquellos que no pudieron, los espíritus, permanecen quietos y sollozan lastimeramente entre las tinieblas del Portomarín de la época romana y medieval...

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