viernes, 19 de mayo de 2017

LUCRECIA


Aquella mañana tenía algo de especial. Llovía intensamente y el frío traspasaba incluso los muros de la gran casa de campo. Ni la chimenea encendida era capaz de apartar los temblores que producían las bajas temperaturas. Una niebla espesa que se anidaba en los cuerpos de la familia y en sus almas...
Ese día quedaría marcado para siempre en sus mentes. La adversidad y la muerte habían decidido visitarles juntas, una vez más.
La noche anterior todo parecía normal. Reunidos en el salón conversaban y sonreían, aunque esto sucedía pocas veces. A la luz de la lámpara se podía decir que eran felices. Pero algo flotaba en la estancia. La pena embargaba uno de los corazones. La más pequeña, la que nunca decía nada, aquella que siempre estaba dispuesta a ayudar en silencio...Lucrecia...
Una joven que nacida ya cuando nadie la esperaba, llevaba una vida sobria, adaptándose a lo que venía, sin hacer preguntas, y teniendo la voluntad férrea de que nada ni nadie la pararía en sus aspiraciones. El silencio, a veces, es el mejor compañero. Y ella, se sentía muy sola, pero eso no era un problema, muy al contrario, era su mejor aliado.
Su meta era ser abogada. Le gustaba ser, en silencio, abogada del diablo. Esta gente que siempre quiere estar, que siempre quiere intentar ayudar a lo que es imposible, a todo aquél que realmente no quiere ni se deja ayudar.
Y pasó lo que tenía que pasar. Lucrecia se enamoró. Nadie sabe como, ya que sus salidas de la mansión eran muy escasas. Pero suponen que un día le conoció en la biblioteca y ese fue el principio de su final.
No acostumbrada a adulaciones, fue presa fácil para alguien acostumbrado a prodigarlas. Palabras bonitas que la hicieron romper la cáscara de la prudencia y la desconfianza. Por primera vez, sintió que ya no quería estar sola. Se sintió amada y amó. Nunca había imaginado que se pudiese amar así. Y cometió un error...Le confesó sus sentimientos. Le dejó ver cuanto lo amaba y cuanto deseaba estar con él. Y la historia, cambió.
Ya nada fue igual. Desaparecieron las palabras bonitas, las adulaciones, los momentos. Lucrecia quería pensar que sólo eran imaginaciones suyas. Que el sentimiento era mutuo y que debería luchar por lo que tanto anhelaba. Pero día a día, la distancia era mayor y las mentiras y las excusas más evidentes. Y no pudo más...
Aquella mañana, despertó convencida de que ya no había vuelta atrás. De que luchar por un imposible, es una lucha perdida de antemano. La pregunta era: Cómo olvidar?...Demasiado tarde...ya no le quedaba nada, cuando lo había dado todo.
Lentamente, bajó de su cama. Su almohada aún presentaba signos de las lágrimas de esa noche. Abrió la ventana y vestida sólo con su camisa de dormir, se lanzó al vacío. Quizás con la única intención de que en ese vuelo encontraría por fin la paz.
Nadie supo jamás el motivo de su suicidio. Sólo él...
Mina 16-01-2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario