sábado, 7 de abril de 2018

LA PLAZOLETA

Alegre y con decisión, Vicente abrió la puerta del Salón de Juegos. Una noche más caía en la tentación. Sabía que por la mañana se sentiría culpable y sobre todo...estaría arruinado.
Mil terapias para dejarlo. Paseos interminables para no pensar en la ruleta ni en sus dados. 
Vivía en un pequeño pueblo cuyo único encanto era su plazoleta y una iglesia de una época que no recordaba. Ateo y poco amigo de estudiar, tanto le daba si romanos, griegos o benedictinos habían levantado aquel edificio.
De mediana edad y con pocos amigos empezó a frecuentar
la ciudad que se encontraba a pocos kms de su casa. Allí se encontraba cómodo y nadie le conocía. 
Al principio sólo la recorría. Tímido, no se atrevía a entrar en ningún local. Pero un atardecer lluvioso le cambió la vida. Pasear, no era opción, volver, tampoco. Así que se paró en la acera y miró con atención los carteles que anunciaban tiendas, bares y...Salón de Juegos...
¿Por qué no? Por qué no buscar al azar, por qué no arriegarse a perder o a ganar? 
Tres años jugando, un año de terapia...Enganchado a una redonda mesa con una ruleta...igual de solo que antaño y más pobre que antes.
Echaba de menos su plaza pero cada vez la veía menos. Sus deudas aumentaban y pensando en que tal vez un día la buena suerte le sonreiriría dormía en su coche para no gastar lo poco que tenía.
- Esta noche será la última, se decía. Mañana vuelvo a mi hogar...mañana...
Ya no podía perder más. Apostó hasta la camisa y la perdió. 
Al día siguiente...lo entraron a la iglesia.
El Camposanto estaba a cinco pasos de su plazoleta. 
Desde su frío nicho contemplaba sus árboles, sus farolas, su cuadrada forma...
Ya estaba a su lado para siempre!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario