viernes, 2 de diciembre de 2016

RUTINA

Todos los días cuando sale de casa se dirige apresuradamente a la parada del autobús. Son las siete de la mañana, siempre la misma hora. Casi no mira ni donde pone los pies, conoce cada una de las baldosas de la calle y las farolas, aún encendidas, alumbran su taciturno caminar. Nadie en la parada. Mejor!!! Así no tendrá que hablar. Como siempre, el bus aparece por la esquina y se va acercando...
Abre sus puertas y José sube con la cabeza baja y con las monedas en la mano preparadas para entregarselas al conductor. Mierda!!! Una se ha caído...Toca agacharse a recogerla y...sus ojos se fijan en unas largas piernas enfundadas en unas medias de cristal y de color azul??? No puede ser...algo ha cambiado. No se imagina al chofer con falda...Al levantarse, su mirada se encuentra con un rostro alegre, con una boca sensual y sus oídos escuchan un buenos días envuelto en una sonrisa radiante...
Dios!! El corazón casi le sale del pecho...Balbucea una respuesta y se sienta, por primera vez en muchos años, en el primer asiento y no en la última fila como hacía habitualmente...No es capaz de hablar, pero tampoco puede apartar la mirada...Qué corto se le hace el viaje!!!
Y llega a la oficina...tiene que bajar. Un susurro para decir hasta luego y las puertas se cierran. Vuelve a agachar la cabeza y entra para pasar ocho tediosas horas de ese día trabajando...
Pero no se concentra, sólo ve esa sonrisa, esas piernas y escucha esa voz..Estará cuando regrese a casa? No pasan las horas...
Mira el reloj una vez más. Hora de salir. Cinco minutos y llega el bus...Mirada y...allí está. Más guapa, si cabe, que por la mañana...oh, no!!! los asientos de delante ocupados!! Y siente rabia. Tantas cosas como quería decirle...
A la mañana siguiente, un Jose nuevo sale de su casa. Camina erguido, ha puesto especial cuidado en su aspecto y, aunque sabe que la rutina es la de todos los días, adivina que un cambio ha llegado a su vida....


Una, dos, tres, cuatro...nunca se había parado a contar las farolas de su calle, ni miraba los escaparates de las tiendas. No se compraba ropa, ni se preocupaba demasiado de su aspecto. Pero esa mañana, la del día después, José se sentía raro. No le gustaba lo que se reflejaba en los cristales...realmente se había abandonado tanto? Por fin, llegó a la parada y miró nervioso el reloj. Sólo faltaban diez minutos y allí estaría la chica de la sonrisa radiante!!
Ya se ve el morro del bus doblando la esquina...y ya se abren sus puertas. Sube, mirando de frente y, mientras un atisbo de saludo quiere salir de su boca, se queda mudo y nota como la sangre sube a su rostro. Un pasajero lo apremia, desde atrás, para que suba o se aparte y deje subir...y ahí termina toda su fuerza...Entrega el importe del billete, rozando apenas la mano de su musa y siente un estremecimiento que sacude su cuerpo. Otro viaje perdido, sólo con el regalo de contemplar ese rostro que ya es parte de su vida.
Otro día de rutina, otra jornada en la oficina y, otra vez, a casa.
Cuando paga el viaje de regreso y recibe el billete nota en su mano dos papeles y, al mirarlos, ve con júbilo que uno está escrito a bolígrafo. José cierra el puño y va a su asiento. Abre con disimulo y un largo número aparece ante sus ojos. No puede ser, no puede tener tanta suerte...eso no va con él.
Un nombre corto, Laura, una palabra, llámame, y todo un abanico de emociones que hacen que las piernas le tiemblen siendo casi incapaz de abandonar su asiento al llegar a su parada...
Y vuelve la cabeza al bajar y encuentra esa mirada, ese pequeño guiño, esa invitación callada...ese llámame!! sensual y excitante.
Y sonríe. Por primera vez, en muchos años. Sonríe, con esa fuerza que nace de una nueva ilusión. Besa la nota, como si con ello pudiese ya besar esos labios que le vuelven loco.
Esa noche su sueño será dulce. Su despertar, alegre...su camino hacia el trabajo feliz y ¿el regreso? Incierto...


Demasiadas veces las ilusiones no son reales ni los sueños se cumplen...Aquí tenemos a José de nuevo, intentando vencer su timidez y hacer esa llamada de teléfono. Casi sabe el número de memoria de tantas veces que sus dedos han empezado a escribirlo en el teclado de su móvil para borrarlo otras tantas.
La chica de la sonrisa excitante ya no conduce el autobús y él guarda su número como un tesoro...
Qué cabrona es la vida!!! Ponerle a su alcance la dulzura y quitársela al instante...
Bien, habrá que decidirse!!! Quince días después, por fin se atreve. José se imagina como sonará su voz y, al mismo tiempo, como le explica quien es...Soy el pasajero al que le diste tu número de móvil? Y si resulta que se lo ha dado a más...Soy el que se quedó sin palabras cuando vió tus largas piernas? No le parecía muy elegante...Ay, dios, que los minutos van pasando y José no sabe que hacer...
Venga, va!!! La definitiva. Uno a uno va marcando y se escucha un silencio que corta la respiración...Al poco rato, una voz seca y rasposa deja esta frase en los oídos de José: " El número marcado no existe"....

Mina (1-12-2016)

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